Friday, September 26, 2008

El peligro de la Luna llena

Hace algunos meses andaba por ahí despreocupada a la caída del sol. Volvía a casa, sin esperar lo que estaba a punto de pasar.

Una sombra salió de la nada y... ¡le mordió en el brazo!

Lógicamente se asustó y salió corriendo, para evitar ser devorada por... lo que fuese que fuera el poseedor de semejante dentadura -que no era cortante, sino aplastante-que le causó una herida.

Herida que parecía haberse curado una semanas más tarde, no sin antes haber tomado unos tonos que solo una infección puede propinar.

No tardaron en manifestarse los síntomas de aquella mordedura de la sombra:



Una tarde cualquiera, como cualquier otra tarde, el sol empezó a escurrirse por el horizonte.




Pero ésta tarde todo era distinto... Algo extraño se desataba en su interior. Algo hacía que ya no fuese esa chica de la periferia que había sido hasta entonces.


Al ver la luna llena alzándose poco a poco en el manto de la noche, compendió asustada lo que estaba a punto de suceder.

Antes de que empezase todo intentó avisar a sus acompañantes para que se alejaran de ella, pues no quería extender su maldición a nadie más. Asustada y desesperada gritaba como una posesa.

Sus amigos creyeron que le había dado un ataque neurótico o algo parecido. Se alejaron contrariados, comentando lo incómoda que resultaba la situación y lanzando miradas furtivas de preocupación según se alejaban.

Algo desconocido invadía poco a poco su ser.


Era malo, lo sentía...

No, no lo era, ya no.


¡Era fantástico!


Una extraña sensación de indiferencia absoluta invadió todo su cerebro, ahora solo había una cosa importante.
Ya no había alquiler, hipoteca, familia, amigos; Ya no había un futuro del cual estar pendiente, no había una aprobación social que perseguir, ni una moralidad que respetar, simplemente todo eso daba igual.
Ya no había grandes causas sociales, solo esa increíble sensación, que no pueden conseguir ni las más fuertes drogas, esa sensación de no ser ya humano...
Hasta habían cambiado los colores, las formas, las cosas que percibía.


Sin embargo, había algo que no dejaba que disfrutase de ese nuevo estado... esa maldita necesidad arruinándolo todo:


Hambre.


Un hambre creciente por segundos y que ¡Empezaba a devorarle el cerebro!

Era tan intensa, que no podía moverse inmediatamente, para no sentirse como si su estómago se empezara a digerir a sí mismo.
Solo podía hacer una cosa para engañarla, y así, empezar su frnética búsqueda de alimento.

No había nada más importante, ni tampoco más urgente.



Sus amigos habían huido, como hacen las palomas delante de los niños en las plazas, y por las calles, ya vacías, corría una agradable brisa .

En sus casas, con las puertas y ventanas bien cerradas, todo el pueblo se estremeció cuando un balido rompió la noche, y sus vidas, en dos. Una noche de Luna llena nunca volvería a ser tan pacífica como antes.


Ahí, en mitad de la plaza, con dos de sus patas sobre los restos de un árbol cortado, se alzaba, bañada de luz de plata, el animal responsable de tan escalofriante ruido.
Ese que más adelante llenaría las pesadillas de los niños.
La Mujer-Oveja.

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